Adiós, Academia Nicaragüense, adiós

Vozquetinta

Por “incumplir con el registro como agente extranjero, no reportar sus informes financieros, no promover la trasparencia en el uso de los fondos” y haber “obstaculizado el control y vigilancia” que el Estado sandinista ha decretado realizarte, hoy desapareces. Para que me entiendas: te cancelo. Estás disuelta. Ya no tienes personalidad jurídica. Eres ilegal. Y no se te ocurra reincidir porque te tacharía de delincuente, merecedora de la cárcel. ¿Ves lo que pasa por no haberte dado de alta en mi padrón, soltar la lengua —a lo que te dedicas, según tú— y revelarme quién te mantiene, con cuánto y en qué lo gastas?…

Excusa baladí, si hubiera otra peor, que seguramente ni Somoza osaría extraer de su manga dictatorial. No, no hay vuelta de hoja: la medida esconde una xenofobia trasnochada, altanera, preocupante. Porque atenta contra el saber y el pensamiento como categorías de valor universal. Porque coarta el análisis y la crítica. Porque limita el habla a la voz unívoca del poder. Una auténtica “barbarie cultural” que “ha levantado una ola de estupor y repudio” en el mundo de las letras, tal como la describió el escritor Sergio Ramírez, exvicepresidente de Nicaragua y miembro de la (ahora) Exacademia Nicaragüense de la Lengua.

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(¿Qué habría pensado al respecto otro nicaragüense ilustre, nada menos que Rubén Darío? Quizá algo equivalente a lo que escribió en las “Dilucidaciones” de su libro El canto errante, de 1907, donde reflexionó en torno a la permanencia de la poesía como ejercicio de vida y sin escuelas: “Las violencias o las injusticias provocan naturales reacciones. Los más absurdos propósitos se confunden con generosas campañas de ideas. Mucha parte del público no sabe de lo que se trata, pues los encargados de informarla no desean, en su mayoría, informarse a sí mismos. El diletantismo de otros es poco eficaz en la mediocracia pensante.”)

Pese a lo crítico que soy de varias definiciones insertas en el Diccionario oficial (obsoletas, tautológicas, ambiguas, centralistas y otras lindezas, sin excluir el pecado original de sus enfoques clericaloides: así las califiqué en mi libro Picudos y deslenguados, impreso en 2007), celebro la existencia de una academia internacional de la lengua, tanto como la de cada academia en las naciones hispanoparlantes. Sin dichas instancias profesionales, sin sus investigaciones que resuelven tantas dudas lingüísticas que a diario nos asaltan, nuestro bello idioma tal vez derivaría en lo que no pocas mentes aviesas pretenden: el caos expresivo. Por tanto, la incomunicación.

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La historia señala el 31 de mayo de 1928 como fecha de nacimiento de esta institución centroamericana, correspondiente de la Real Academia de la Lengua. Entonces sí estaba bajo la férrea autoridad de la matriz ibérica, al igual que durante tantas décadas estuvieron sus academias hermanas de América latina, incluyendo desde luego la de México, aunque todas gocen hoy de una relativa autonomía o al menos de mayor libertad de acción.

Qué triste epílogo. Tras haber cumplido noventa y cuatro años de estudiar, defender y pulir la lengua castellana en aquel noble país, el multimentado organismo termina donde también parece estar colocada la actual política nicaragüense: en la baci…nica.

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Enrique Rivas Paniagua

Contlapache de la palabra, la música y la historia, a quienes rinde culto en libros y programas radiofónicos