Día del Padre

El camino y el caminante

Comprendo la urticaria que provoca en algunas personas “la celebración” del día del padre. Se puede observar más como una estrategia de mercadotecnia para fomentar el consumo que como un espacio de tiempo para reflexionar en comunidad sobre el ejercicio de la paternidad.  Respetando a quienes lo piensan así, quiero aprovechar esta fecha para compartir algunas ideas acerca de importancia de la presencia del padre en la vida de los hijos.

Cuando dos adultos decidimos traer un hijo al mundo, adquirimos una responsabilidad con ese ser humano y con la sociedad: acompañar al hijo desde la total dependencia con la que nace, hasta alcanzar una sana independencia. El compromiso con la especia se cumple cuando el hijo ha adquirido la fortaleza para independizarse de sus padres y se lanza a construir su propia vida.

El recién nacido arriba al mundo cargado de energía y esperanza y en la mayoría de los casos, los padres los reciben con desbordante alegría. Como el bebé no es capaz de valerse por sí mismo, es colmado de múltiples atenciones. Para que sus potenciales de vida puedan activarse requieren de un trato delicado y cuidadoso. Los niños necesitan de sus padres: tiempo, afecto, información y bienes materiales. Si el infante no recibe los cuidados que su naturaleza le exige, arrastrará deficiencias que podrían limitar la expansión de su ser.

Arrojado al mundo, el niño inicia un proceso de desarrollo con etapas que pueden ser francamente maravillosas. Primero, el bebé nace biológicamente y durante su infancia deberá ocuparse de su desarrollo psicológico. Después, el púber nace socialmente y durante su adolescencia deberá procurar la integración de su cuerpo, su psique y sus competencias sociales en un perfil adulto que lo capacite para la vida independiente.

El menor, necesita la presencia de su madre y de su padre, tiene derecho a saber quienes son sus progenitores y a recibir de ellos los cuidados que necesita. En nuestra sociedad, aún es frecuente que el desarrollo integral de los niños dependa en gran medida de la madre, mientras el varón, aduciendo un sinnúmero de supuestas razones, evade la responsabilidad de ser un padre presente; por fortuna, cada vez son más los varones que aspiran y se comprometen a construir un nuevo modelo de la paternidad, muchos comprenden que el modelo que les fue heredado no los satisface y que si lo repiten se sentirán mutilados. Ellos dicen: renuncio a ser un mero proveedor y un hombre lejano que imparte premios y castigos. Reivindico mi derecho y mi deber a ser un hombre completo, la ternura, el afecto, la cercanía emocional, el acompañamiento, el juego y la risa compartida no son ajenos a mi ser de varón. Afirmo que la verdadera paternidad se vincula íntimamente, se nutre de una auténtica masculinidad.

Muchos varones queremos vivir una paternidad más rica de la que vivieron nuestros padres. Para algunos, su principal referente es el de un hombre preñador, proveedor, autoritario y ausente, pero ellos saben que su historia no los determina, que si el modelo que tienen improntado no corresponde con el estilo de padre que quieren ser, es totalmente posible modificar el patrón aprendido. Podemos elegir romper los ciclos malditos de niño maltratado – padre maltratador, de hijo abandonado – padre abandonador. Así como el metal se transmuta en oro con la técnica correcta, hoy podemos transmutar las carencias infantiles en cercanía, ternura y acompañamiento.

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Felicidades pues, a todos los varones que viven plenamente su paternidad, que se preparan para ser auténticos guías y formadores de sus hijos, felicidades a aquellos que afirman el vínculo filial aun experimentando momentos de dudas, miedos, enojo, ira, impaciencia, frustración, incertidumbre. El premio a su amor, a sus cuidados, a todas las exigencias que la paternidad exige, será ver que cuando llegue la hora, los hijos tengan la fortaleza para dejarlos   y convertirse en mujeres y hombres útiles para ellos mismos y para su grupo social.

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Natividad Castrejón

Mi profesión, la terapia y la educación; mi afición, la literatura; mi pasión, la política; me encanta el bosque y amo correr.