“El aborto legal en Argentina vuelve más fácil la lucha en América Latina”

Legalizar el aborto supone separar el placer del fin reproductivo

El 8 de marzo de 1984, la feminista María Elena Oddone se manifestó con una enorme pancarta en la que podía leerse: “No a la maternidad, sí al placer”. Era la primera marcha por el Día internacional de la mujer tras el regreso de Argentina la democracia y en las calles comenzaba a reclamarse la despenalización del aborto.

Ya entonces, Oddone sostenía que “nadie tiene que explicarnos los tres pilares sobre los que se asienta la opresión femenina: maternidad, sexualidad y trabajo doméstico”.

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Pasaron más de tres décadas hasta que, el pasado 30 de diciembre, las mujeres conquistaron el derecho a decidir sobre sus cuerpos y sus proyectos de vida. Interrumpir un embarazo de forma segura ya no será más un privilegio para quienes puedan pagarlo sino que estará al alcance de todas las que lo necesiten.

“Parecía que estábamos cabeza a cabeza y cada vez nos querían imponer más cosas, tenía mucho temor de que no saliera. Suplicábamos que saliese ni que fuese por un voto y al final yo gritaba ‘Nos sobran votos, nos sobran votos”, recuerda por teléfono la abogada y militante histórica Nina Brugo sobre la decisión del Senado argentino, que aprobó la interrupción voluntaria del embarazo hasta la semana 14 por 38 votos a favor, 29 en contra y una abstención.

Dos años antes, la misma cámara lo había rechazado por una diferencia de siete votos.

Argentina, pionera en el continente en leyes como el matrimonio igualitario —aprobado en 2010— y la identidad de género —2012— mantuvo en cambio durante 99 años la prohibición de abortar excepto en casos de violación y riesgo para la salud de la madre.

¿Por qué ese retraso?

“El aborto legal mejora la vida de las mujeres y si a algo le tiene miedo el patriarcado es a fortalecer a las mujeres. Es luchar por nuestra autonomía y nuestra libertad sexual”, responde Brugo.

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Sostiene que el matrimonio igualitario no es disruptivo, incluye a las personas dentro de una institución y del orden social. En cambio, legalizar el aborto supone separar el placer del fin reproductivo, terminar con la idea de la mujer como incubadora.

Brugo comenzó a militar a favor del aborto legal hace 30 años y reivindica el trabajo realizado en los Encuentros nacionales de mujeres —celebrados de forma anual desde 1986, cada vez en alguna ciudad distinta— para concienciar sobre el problema de los abortos inseguros realizados en la clandestinidad.

Más de 3.000 mujeres han fallecido en el país en los últimos 37 años por interrumpir sus embarazos en condiciones inseguras, con métodos como sondas, perchas o perejil, entre otros. Decenas de miles han tenido que ser hospitalizadas por complicaciones.

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