Fue muy feo, y con el temblor, peor tantito, perdí todo…, las historias de la tragedia en Tula

Tula, Hgo. Durante la mañana y las primeras horas de la tarde de este miércoles, las pocas personas que aún permanecían en las colonias inundadas de esta ciudad empezaron a ser rescatadas en lancha por las Fuerzas Armadas, aunque algunas otras prefirieron no esperar y salieron de sus casas por su propio pie, aún a costa de mojarse por completo.

Entre los vecinos que lograron ser evacuados por el Ejército están un hombre que se identificó como Carlos, además de su esposa, su pequeño hijo y un perro que el niño llevaba cargando en brazos. «Como está todo muy inundado, no teníamos por donde salir. Nos quedamos en nuestra casa toda la noche. El agua subió unos 4 metros y cubrió todo el primer piso», explicó la mujer aún con la voz temblorosa. Con una mochila en el hombro y apenas tres bolsas de plástico en donde guardó las pocas pertenencias que alcanzó a salvar, Carlos recordó que una llamada de sus amigos le alertó que los militares estaban haciendo recorridos en lancha por la ciudad, y así decidió subir con su familia a la azotea de su casa, de donde los uniformados los rescataron.

«Fue muy feo, y con el temblor, peor tantito. Me siento muy mal, amigo, muy mal por todo lo que perdí, perdimos todo… Pero estamos vivos», dijo el hombre, quien se encaminó con su familia a la casa de unos conocidos para buscar refugio. Otros vecinos prefirieron no esperar más tiempo y salieron por sus propios medios.

«Estaba yo en la (avenida) Manuel Rojo del Río, y ahorita que nos salimos el agua nos llegaba hasta aquí, hasta el pescuezo. Estuvimos esperando las lanchas, y nos dijeron que llegaban y llegaban, pero nunca llegaron. Mejor nos salimos caminando», narró por su parte Ricardo Reséndiz. Aunque salió con tiempo de su casa, el hoy damnificado volvió a recuperar algunos documentos personales «y ya no me dio tiempo de salirme. Me tuve que quedar en el tercer piso, abajo de un rotoplas. Ahí pasé la noche, pero no dormí nada. Pasó una lancha, pero iba bien llena. También tienen mucho trabajo, hay que entender», contó el hombre mientras se exprimía la ropa y abrazaba a un chihuahua tembloroso que «es lo único que alcancé a rescatar».

Aunque la ayuda del Ejército, la Cruz Roja y las autoridades estatales y municipales empieza a fluir, para muchos este auxilio está tomando demasiado tiempo o de plano no le ha llegado. La señora Dominga, dueña de una tienda de abarrotes, ayuda a su esposo a vestirse y se asolea un poco para quitarse el frío que a ellos dos les han dejado más de dos días de inundación, con subidas y bajadas, pero que no termina de desaparecer. Libraron el agua, es cierto, pero han comido apenas lo que sus vecinos y anfitriones les han podido dar.

«Comimos una torta que tenían aquí, unos bolillos duros. Pero, mire, ¿quién más nos ha traído algo de comer?, ¿quién nos ha ofrecido un pan, siquiera? Nadie. A ver dígame, ¿a dónde está el apoyo que nos dan? No hay ningún apoyo… Es un desastre, joven», lamentó.

Mientras tanto, ante la falta de apoyo suficiente y rápido por parte de las autoridades, en diversos puntos de Tula ya se ven grupos de voluntarios que reparten café, pan y tortas de forma gratuita. Son sobre todo ellos los que, hasta ahora, han mitigado un poco el hambre de muchos vecinos que perdieron sus objetos personales y no saben cuándo el agua los dejará volver a sus casas.

Fernando Camacho, enviado, y Ricardo Montoya, corresponsal

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