«Hay gente recogiendo gasolina en una milpa»| La historia de la tragedia en Tlahuelilpan

“Muchos corrieron, pero no llegaron muy lejos, se tumbaron solo unos metros después del fuego”

«Hay gente recogiendo gasolina en una milpa» ese fue el primer mensaje que recibí ese 18 de enero de 2019; en ese momento no imaginé todo lo que pasaría ni como ese día se registraría la peor tragedia en la historia de Hidalgo; por esos días la gasolina empezó a escasear en la zona y el rumor de que regalaban hidrocarburo en el ejido de San Primitivo se esparció como pólvora. 

Con el inicio de ese 2019, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) anunció un cambio en la distribución de los hidrocarburos, y es que, a bien de reducir la extracción ilegal de combustible en los ductos, las gasolinas serían trasportadas a través de pipas, lo cual provocó desabasto en varias partes del país, entre ellas Hidalgo. 

Frente a este panorama, la promesa de que estaban regalando gasolina pareció muy tentadora para cientos de personas, incluso pude presenciar cómo a uno de mis primos le habló un amigo, le dijo que estaban regalando gasolina, que había soldados pero que no decían nada si te la llevabas, así que él, al igual que muchos, quiso ir a ver. 

Días antes había ocurrido una situación inusual en Ajacuba, después de que se cerró una toma clandestina descontrolada, una cantidad importante de hidrocarburo se estancó en una zanja de riego, la gente de la zona acudió a recoger la gasolina con botes y la usaron como mejor les parecía. 

Era algo que no se veía en la zona, la gente no solía acercarse a las tomas clandestinas descontroladas, pero la de ese día en Ajacuba estaba muy cerca de las casas y a la gente simplemente se le hizo fácil ir a recoger gasolina. 

Así que cuando me dirigía a Tlahuelilpan, esperaba encontrar un escenario similar, decenas de personas recogiendo el remanente de una toma clandestina, pero en su lugar encontré la fuga a todo lo que daba, el chorro brotaba del ducto y esa fuente enorme era presenciada por cientos de testigos que desde la periferia o la cercanía veían lo que ocurría. 

Decenas de personas recababan combustible de la toma clandestina minutos antes de la explosión trágica en Tlahuelilpan/Foto: Joselyn Sánchez

Comencé a transmitir desde la cuenta de mi trabajo, me acerqué lo más que el olor me lo permitió, era penetrante, intenso, constante y yo estaba como a 50 metros del chorro, no entendía como toda esa gente podía estar en la fuente de la fuga sin mayor preocupación, porque después de un rato la garganta comenzaba a picar. 

Pero conforme pasaron los minutos, una idea inundó mi mente: “esta madre se va a prender”, días antes habíamos platicado con Ángel Barañano, en ese entonces director de Protección Civil de Tlahuelilpan, y nos había explicado brevemente el por qué se prenden las tomas clandestinas, así que la desesperación empezó a invadirme. 

Comencé a buscar con la mirada a los soldados, ahí estaban, en la periferia y mi mente no entendía cómo es que no hacían nada por retirar a toda esa gente que estaba en la toma clandestina, la desesperación fue tanta que quise salir corriendo, así que intenté despedir la trasmisión, cuando mi exjefe me dijo: “no cortes”. 

Quizás para él era fácil, estaba en la oficina, sentado y sin exponerse, pero yo estaba ahí con la idea cada vez más latente de que esa fuga podría acabar en incendio, así que extendí la trasmisión lo más que pude hasta que de repente algo cambió en el aire, el olor se hizo más intenso y la gente se puso eufórica. 

Las personas que estaban alrededor del chorro de gasolina comenzaron a reírse, a jugar con la gasolina, desde afuera eso parecía que era agua, incluso hubo quien lo comentó en la transmisión, que más que gasolina parecía agua, simplemente los espectadores no podían creer como alguien podría jugar tan tranquilamente entre hidrocarburo. 

Corté, y salí a respirar, pero no podía irme, casi enseguida llegaron más soldados y mi corazón sintió un poco de calma, dentro de mí pensé que las fuerzas militares por fin retirarían a la gente de ese lugar y que nadie saldría herido, así que regresé al punto de la fuente, pero cuando estábamos cerca, el fuego apareció. 

La noche estaba comenzando a caer y de una de las orillas se incendió el hidrocarburo, y corrió hasta la fuente, por lo que desde lejos pudimos ver como los puntos negros que eran personas, simplemente iban desapareciendo en medio del fuego y al llegar a la fuente, arrojó un aroma a carne, plásticos e hidrocarburos quemados. 

«Una de las orillas se incendió el hidrocarburo, y corrió hasta la fuente, por lo que desde lejos pudimos ver como los puntos negros que eran personas, simplemente iban desapareciendo…»/Foto: Joselyn Sánchez

Los gritos de dolor se escucharon brevemente, luego se apagaron unos segundos y luego volvieron, eran de todas las personas que estaban en la periferia, algunos que se quemaron poco y otros que corrieron hacia el fuego para buscar a sus familiares. 

Entre los que estaban en el chorro de gasolina, muchos corrieron, pero no llegaron muy lejos, se tumbaron solo unos metros después del fuego y ahí fueron recogidos al día siguiente por los peritos. 

Otros cuantos lograron salir por su propio pie, no se quejaban, parecía que no había dolor, pero en realidad era probable que siguieran intoxicados por la cantidad de hidrocarburo en su cuerpo, un hombre pasó cerca de mí y me pidió ayuda, pero no se detuvo, siguió caminando hasta llegar a la zona de autos. 

Muchas de las personas que salieron trasladaron a sus pacientes en sus vehículos a un hospital cercano o al médico que primero pasó por su mente porque las ambulancias de Tlahuelilpan simplemente no se dieron abasto, eran tantas personas que no había más que esperar un milagro que para muchos no llegó. 

Por Joselyn Sánchez

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