Lucrecia Hernández, orgullosa de compartir su saber artesanal 

Desde los 10 años, comenzó su historia como tejedora y bordadora en Santa Ana Tzacuala, Acaxochitlán 

María Lucrecia Hernández Atenco es artesana textil de la comunidad nahua Santa Ana Tzacuala, Acaxochitlán, reconocida creadora que a través de su labor ha difundido la tradición artesanal hidalguense. 

Su introducción como tejedora y bordadora se dio desde los 10 años por medio de la observación con mujeres de su familia, principalmente sus hermanas. 

“Empecé a trabajar como desde los 10 u 11 años, veía a mis hermanas tejer y bordar y después tomaba sus hilos, me escondía e intentaba urdir con palitos que encontraba y gracias a Dios aprendí”, comparte. 

Además de dominar técnicas como punto de enredo, el pepenado y el telar de cintura, por mencionar algunas, se ha desempeñado casi a la par como cocinera tradicional en su comunidad. 

“Desde los 20 años salgo de aquí (Santa Ana Tzacuala) para participar en ferias, exposiciones, ir a los Ceresos y a donde me invitan para vender mis artesanías y llevo también de mis hermanas, así siempre ando”. 

A lo largo de su vida, María Lucrecia ha participado en varios concursos locales, estatales y nacionales. Fotos Cortesía  

Difusión artesanal de Hidalgo 

Por invitación del Gobierno estatal, en 2019, viajó a la Ciudad del Vaticano para difundir las creaciones y el trabajo artesanal de Hidalgo, compartiendo en el extranjero un atuendo indígena con técnica de pepenado. 

“Me han llamado para participar en algunos concursos, en uno de ellos realicé una blusa bordada con hilo de algodón y los colores de la bandera y gané la invitación para ir a dar la vuelta hasta Roma; cuando me dijeron no lo creí, pero gracias a Dios fui y conocí al papa”. 

A lo largo de su vida ha participado en varios concursos locales, estatales y nacionales, uno de ellos es el séptimo Nacional de Textiles y Rebozo 2019, donde obtuvo el primer lugar en la categoría de textiles de algodón, enredos, fajas, tejido de cintura y pedal, participando con un traje completo. 

“Me gusta participar en los concursos, no sé cuántos van, pero son varios, a veces ganamos, otras no, así es esto porque somos muchas las que concursamos. Este año participaré en el que me inviten, porque prendas ahí tengo, son piezas que trabajo con tiempo de anticipación, a veces un mes, otras ocasiones más”. 

Creación en pandemia 

Si bien los concursos y participaciones con dependencias de gobierno le han generado la posibilidad de incrementar sus ventas, como en otros ámbitos culturales, el lapso por pandemia redujo considerablemente sus ingresos. 

“En Tulancingo me dieron un espacio para vender todos los domingos en el Centro Artesanal, Cultural y Gastronómico, pero han sido pocas las ventas; en Acaxochitlán son varias las personas que se dedican a las artesanías, entonces lo que me ayuda es la gente que me compra comida porque me encargan prendas, pero no deja de ser una situación muy triste para quienes nos dedicamos a las artesanías”. 

Sus principales trabajos artesanales son blusas y el clásico quexquemetl, elaborado con técnica de telar de cintura, prendas que elabora durante las mañanas y en las tardes mientras sale a pastorear, culminando una creación en más de 3 tres meses. 

“Es tardado porque mi trabajo se tata de contar y combinar los colores, dependiendo lo que se quiera bordar, a veces vemos lo que hacen otras compañeras y lo hacemos un poco diferente”.  

Trabajo de rescate 

Como artesana, Hernández Atenco ha buscado compartir su conocimiento con más mujeres de su comunidad y con aquellas interesadas en aprender, principalmente, la técnica de telar de cintura. 

“A las personas que llegan y quieren aprender yo les enseño; ahora me invitan para dar clases de bordado en el Tejocotal, así que, si se reúnen varias personas, las siguientes semanas estaré trabajando allá”. 

Una práctica que no deja de ser común para el sector artesanal es el recateo, situación que deja en desventaja a quienes invierten gran parte de su tiempo y sus conocimientos en la elaboración de piezas únicas creadas a mano. 

“Los bordados llevan tiempo y es cansado, si la gente supiera lo tardado que es y comprendieran lo que implica crear alguna pieza, reconocerían el valor y no nos pedirían bajar el precio”. 

Lucrecia Hernández señala que le gusta ser recordada como una artesana que comparte su conocimiento, alegrándose con cada visita, felicitación o reconocimiento por su trabajo. 

“Yo ando contenta, porque llega la gente para conocerme y les gusta mi trabajo, eso es algo que me impulsa a continuar”. 

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