Qué hay con la corrupción

Desde lo Regional

De acuerdo: la corrupción es uno de los grandes males que atrofian el  sano desarrollo de los pueblos. Así es desde que el fenómeno existe.  Las erosiones que ha  producido están registradas a lo largo de la historia y difícilmente cesarán. Con mayor o menor intensidad seguirá presente. Acotada, tolerada, aceptada o propiciada, no tiene espacios exclusivos. Puede ser práctica personal, familiar, institucional y de Estado. Varían sus efectos según los ejecutantes, a quienes iguala independientemente de la dimensión de sus actos o posiciones en la escala pública. Lo mismo pueden ser individuos que organizaciones, en lo privado y lo público;  y sus víctimas están en el arco que  va de una persona y hasta el planeta, con quebrantos resarcibles igual que daños irreversibles. 

Este día está dedicado por la Organización de la Naciones Unidas para visibilizar el nocivo fenómeno y concientizar de sus perjuicios. Una fórmula internacional para evitar su reproducción a través de patrones rústicos o mecanismos elegantes en todo el mundo. En 2020 ese propósito de la ONU cobra mayor relevancia en medio de la dramática situación que afecta a la humanidad sin distingo de fronteras. Dice el secretario general António Guterres: “La corrupción es criminal e inmoral, y representa la máxima traición a la confianza pública. Es aún más perjudicial en tiempos de crisis, como está ocurriendo ahora en el mundo con la pandemia por el Covid 19”.

En  nuestro país la corrupción es tema de notable actualidad y constante relevancia.  El gobierno federal la colocó en el primer sitio de las afectaciones que lastiman a la república, por tanto, erradicarla es el eje principal de sus acciones. Las reacciones visibles incluyen descalificación y ataques. Habrá otras soterradas de impacto menos accesible, pero finalmente materializado de diversas maneras.

Si bien las baterías están encaminadas al combate de las prácticas corruptas en el espacio de lo federal, el ánimo evidente va más allá de ese límite constitucional. Es entonces cuando crea tensiones entre autoridades de los tres órdenes de gobierno y de estas con los grupos regionales de poder, sea este político, económico o social. Resulta interesante observar las resistencias al sometimiento a la ley y la insistencia en negociaciones fuera de su observancia, particularmente cuando de responsabilidades penales se trata. Es otro método,  arraigado tanto como la misma corrupción mexicana que para algunos estudiosos se remonta a quinientos años. 

Quizá por eso Gabriel Zaid afirma que: “La corrupción como sistema político después de la Independencia y la Revolución fue una solución histórica que debe ser comprendida, pero no continuada.” (El poder corrompe. DEBATE, 2019). En ese sentido el sistema jurídico tiene un aparato robusto que funciona en todo el país, si bien de una manera diferenciada en cada región y menos acabado en el orden federal. A propósito hay que destacar ese contraste entre los avances locales y el federal, a la vez que identificar las causas de esas diferencias, de ninguna manera menores, que bien pueden traslucir más voluntad y  mejores capacidades para atender el problema.

Un mirador amplio del problema lo visibiliza en sus diversas posibilidades y sugiere diseñar variadas rutas de contención. No todas las prácticas corruptas están en las administraciones públicas. Si eso es así, las soluciones corren por diversas vías. Entonces, tampoco están únicamente en el endurecimiento de las sanciones penales. Hay posibilidades legislativas para regular actividades privadas como el ejercicio profesional; opciones administrativas para comprometer un funcionamiento institucional estrictamente apegado a la normatividad aplicable; procedimientos de transparencia para evitar cualquier espacio de opacidad e, imprescindible: la vigilancia y participación social en el ejercicio de cualquier autoridad.  Para quienes realmente tengan una convicción  comprometida contra cualquier posibilidad de corrupción, esta es una fórmula de gran valor. El acompañamiento social en el ejercicio del poder, blinda de tentaciones que no siempre terminan bien. 

Si la corrupción alcanza hoy proporciones que rebasan los límites imaginables, si a diario observamos los alcances desmesurados de su cotidianeidad,  si sus métodos aparecen cada  mañana más refinados, si los mecanismos empleados son, de tan sofisticados,  fácilmente explicables, si contamina en todos los niveles sociales, ocupémonos de evitar, por los medios posibles, la impunidad de quienes se atreven a  realizarlos.

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