Rezago educativo: Gran desafío

In principio erat Verbum

“La ignorancia es el peor enemigo de un pueblo que quiere ser libre.”

Jonathan Hennessey 

La pandemia originada por el virus SARS-CoV-19, no solo causó estragos en la economía, la política y el sector salud, sino que además afectó severamente uno de los rubros más importantes: la educación. Es así que desafortunadamente, a pesar de que desde hace años, a lo largo del mundo se ha luchado para mejorar la calidad educativa y brindar mayor acceso, hoy se ha empezado a notar un retroceso significativo que podría costarnos años enmendar. 

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social identifica con rezago educativo a aquellas personas de entre tres y 21 años que no cuentan con la educación obligatoria ni asisten a un centro educativo formal, así como a quienes tienen más de 22 años y no han terminado la educación media superior, e incluso estima que a nivel nacional se observó que, entre 2018 y 2020 el rezago educativo aumentó en 0.3 puntos porcentuales, pasando de 19.0% a 19.3%, respectivamente; datos obtenidos antes de que la crisis por la pandemia intensificara dichos números. 

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De acuerdo a datos del Centro de Investigación en Política Pública durante la pandemia los mexicanos perdieron, en promedio, el aprendizaje equivalente a dos años de escolaridad y por lo menos 628 mil jóvenes han interrumpido sus estudios, lo que implica una caída por debajo del nivel de 2008 en el porcentaje de adolescentes que asisten a la escuela. 

El rezago educativo debe analizarse desde distintos ángulos, sin embargo, se debe reconocer que la implementación de clases virtuales sin preparación tanto por parte de los docentes como de los alumnos y la falta de herramientas pedagógicas y tecnológicas, así como un cambio improvisado en los planes de estudio han sido factores significativos para que el retroceso continúe, irónicamente, avanzando. 

Aunado a lo anterior, mención y estudio aparte merecen otras causas como: el embarazo precoz, el incremento de la delincuencia, la pobreza, el trabajo infantil forzado, la desintegración familiar y por supuesto las deficiencias del sistema educativo. 

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Por otro lado, el Banco Mundial en su informe Actuemos ya para Proteger el Capital Humano de Nuestros Niños: Los Costos y la Respuesta ante el Impacto de la Pandemia de COVID-19 en el Sector Educativo de América Latina y el Caribe sostiene que la “pobreza de aprendizaje”, definida como el porcentaje de niños de 10 años incapaces de leer y comprender un relato simple, podría haber crecido de 51% a 62.5%; lo que podría equivaler a un aproximado de 7.6 millones adicionales de niños y niñas en educación primaria en la región. 

La deficiencia en la educación, rápidamente se traduce en la escasez de profesionales, una disminución en la innovación y por ende en un decremento en la inversión y mayores dificultades en el crecimiento de la economía.  

¿De qué forma comenzar a plantear escenarios que nos permitan revertir un panorama cada vez más complicado? Y es que, aunque el problema parezca difícil de solucionar, tomando acciones puntuales puede disminuirse, tales como trabajar en el desarrollo de profesionales cualificados y con vocación de servicio, mejorar el financiamiento educativo, es decir materiales para los estudiantes y herramientas para los profesores, pero sobre todo, realizar un fortalecimiento de las instituciones. No olvidemos que medidas oportunas pueden salvar nuestro presente y futuro. 

*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.  

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