Tiempos de pandemia

El camino y el caminante

Natividad Castrejón

La naturaleza, entendida como el conjunto de seres y cosas que forman el universo, es lo que es.  La vida humana es solo una más de sus incuantificables manifestaciones, no obstante, nuestras características nos llevan a co-existir con ella de una manera muy singular. Es popular la frase que ironiza al decir que el ser humano es el más imperfecto de los animales, pues es el único que tiene consciencia de su muerte y eso, sin duda, nos lleva a vivir de una manera muy distinta a todos quienes conforman el reino animal.

Ignoro quienes fueron los primeros homínidos que comprendieron el sentido de la muerte, pero hay evidencia que nos dice que hace aproximadamente cien mil años, algunas culturas ya enterraban a sus muertos. En los testimonios escritos, tal vez el más antiguo sea El mito de Gilgamesh, escrito hace aproximadamente cuatro mil quinientos años, relato que nos cuenta el terrible dolor y desolación que experimentó Gilgamesh ante la muerte de su amigo Enkidu, evento que lo llevó a una larga, desesperada y desenfrenada búsqueda de la inmortalidad.

Después de este escrito, la muerte es referencia constante en textos religiosos, en la literatura, la música, la filosofía, etc. Ya en tiempos más actuales, Nietzsche escribía: “morir es despiadado, siempre he pensado que la recompensa final de los muertos es no tener que volver a morir”. Heidegger, en su obra “El ser y el tiempo”, proponía que el Daseín, el Ser-ahí, solo es posible en un espacio y un tiempo específico, Ser-ahí es una sola realidad; argumentaba que el ser humano es sobre todo tiempo en un momento circunstancial, un ser para la muerte.

Hoy, la pandemia provocada por el Covid 19 amenaza la vida humana; un virus nuevo, desconocido, provoca estragos dejando a su paso millones de contagiados y hasta hoy ha segado la vida de más de un millón de personas, una profunda crisis económica mundial y un colectivo sentimiento de vulnerabilidad.

Nuestro país no está exento de esta tragedia, más de cien mil vidas humanas han llegado a su fin. Este virus nos confrontó con nuestro deficiente sistema de salud, develó, con toda su crueldad, la vida cotidiana de más de la mitad de la población del país que vive en condiciones de pobreza, puso sobre la mesa los pésimos hábitos alimenticios y algunas de sus consecuencias: obesidad, diabetes, hipertensión, las cuales resultaron ser un coctel de alto riesgo.

Sin duda, todas las medidas que se han tomado para enfrentar la pandemia y evitar un mayor número de muertes han resultado insuficientes y aún nos queda a todos, sociedad y gobiernos, mucho por hacer. Un gran porcentaje de personas ya muestran lo que los especialistas llaman “fatiga de confinamiento”, misma que provoca un sinnúmero de alteraciones como lo son una mayor irritabilidad, negación, frustración, depresión, ansiedad, falta de concentración, entre muchas otras.

Ante la tragedia, tal vez nos puedan servir algunas ideas de Nietzsche cuando hablaba de su ideal del Super hombre, al describirlo como alguien que no posee capacidades o poderes extraordinarios, sino como alguien que afirma su humanidad hasta las últimas consecuencias, que respeta su cuerpo y lo usa como guía al tiempo que acepta su dolor, sudor, deseo y placer; busca dignificar lo humano aceptando el sufrimiento convirtiéndolo en arte y belleza. Propone un rotundo sí a la vida, le dice sí a la vida, así como es, aceptando que la única verdad es la vida misma.

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Natividad Castrejón

Mi profesión, la terapia y la educación; mi afición, la literatura; mi pasión, la política; me encanta el bosque y amo correr.
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